Hubo diversas y claras señales
mucho antes de que al fin sucediera
lo que sucedió —estaba la luna
en calma, la mar estaba mordida—,
las chicas listas siempre dejan pistas,
así que ahora no te inmoles, víctima,
a ningún insaciable dios del fuego
ni diosa de las lluvias, el verano
se ha escurrido ya por entre la arena
de todas las playas del horizonte,
aunque a veces se va nunca me deja
este temblor de ceja, imprevisible,
si comienzas a llamarlo ansiedad
se convertirá en ansiedad, tan solo
mira al cangrejo huyendo hacia las algas
de entre las rocas, llámalo, pongamos,
rara imprevisibilidad del clima,
y no será más que un jirón de bruma
desgajado de alguna tempestad
desvaída, musgo eres —y en musgo
te convertirás— sobre las paredes
del más antiguo de los laberintos,
a pesar del tiempo, a pesar de todos
los versos, el primer día de otoño
es tan caluroso como el verano
y las golondrinas trisan, chismosas,
nuestros secretos en los callejones,
mármol granito o pizarra, ya entonces
hubo evidentes y tontas señales,
las chicas listas siempre dejan pistas
falsas, y me pregunto desde cuándo
hay un completo imbécil habitando
mi cerebro, aceitunas en ayunas,
probablemente siempre ha estado en él
y solo era yo quien no lo veía,
el barco es la costa y la tierra el barco,
pero tú eres el mástil, cercando
la noche me invade tu nombre —acá
no tarda o nunca irá allí—, las orugas,
que más adelante serán airosas
mariposas, devoran los geranios
inertes e indefensos del balcón,
¿no visteis ayer el fulgor del sol
doblando la esquina, de vuelta a casa,
entre un magnolio y rojas azaleas?
me pregunto, en mis momentos abyectos,
desde cuándo las flores, con sus vivos
colores, emboban a los insectos,
hoy gustan los periodos prolongados
pero yo prefiero los ritmos rápidos,
y el oscuro destello de esperanza
—lo último que te pierde— detrás
de azules gafas de sol, pero siempre
hay un nunca que no se acaba nunca,
sobre todo en verano, no lo olvides,
la calima del tiempo distorsiona
los fugaces contornos del recuerdo,
sí, recuerdo cuando estaba reloco,
las chicas listas nunca dejan pistas
ciertas, tantas y tan tontas señales,
arena, lluvia, cristales, y entonces
los unos eran onces, ritmos rotos,
acércate a mi perspectiva, observa
los jirones de neblina que fluyen
por entre los pinos hacia la orilla
confundiendo el pasado y el recuerdo,
recuerdo, reloco, por ningún dios
ni diosa del sexo ni de la furia,
ahora no pretendas inmolarte,
víctima, el verano se diluyó
como los otros veranos, dejando
vestigios, huellas, rastros engañosos
—los analistas ya no encuentran pistas—
que, inciertos, en sí mismos no son sino
el quebrado dintel del laberinto,
ven, luz del universo, paulatina,
no sabes quién soy pero yo tampoco,
alumbra la penumbra que me herrumbra,
recuerda, reloca, musgo serás
en la piedra de un muro desgastado
por las lluvias de remotos inviernos,
árbol de flor perenne, gema líquida,
lava lívida elevada a los labios
—come chocolate, pequeña, come—,
ven a la niebla, luz del universo,
con la risa de una niña, las lágrimas
de un viejo, la maldición de un mendigo,
el vértigo de un hombre ajironado,
con los saludos del so gilipollas
que todavía okupa mi cerebro,
así no tengo opción ni idea alguna
—destruyendo la noche me divide
tu nombre—, los analistas registran
mi armario —no hay pistas—, entre ironía
y fantasía, me pregunto si
no debiera dejar que las orugas,
al final mariposas, se merienden
—estaba la luna en cáncer, la mar
estaba dormida— este geranio,
y unos cuantos cactus de cuando en vez.
egm. 2018
☛ PyoZ ☚